martes, 17 de abril de 2012

La paradoja de las telenovelas


Todos hemos visto algún capitulo o escena de alguna telenovela. Y aunque nunca hayamos seguido ninguna, se conoce al dedillo de qué tratan y cuáles suelen ser los personajes principales. Un galán, una novia despechada, una madre celosa o un padre despótico.  El problema de estos argumentos donde priman las alianzas, las venganzas o estrategias de desprestigio es que es gustan a la gran parte de los niños y adolescentes.
 En primer lugar, fomentan el mantenimiento de arquetipos machistas. De hecho, son muchos los casos en los que han sido denunciadas por asociaciones feministas. Como por ejemplo, la telenovela mexicana "fuego en la sangre" por un alto contenido de violencia de género y por presentar a la mujer como un objeto al que se le puede humillar cuando te venga en gana, virginal y sin capacidad de juicio. O por lo contrario, a una arpía manipuladora, cargada de maldad y movida por la envidia. Sin embargo, el hombre siempre es un galán fortachón querido por la audiencia.
El éxito de estas telenovelas debería hacernos reflexionar sobre el rol que juega cada género, puesto que los guiones pueden resultar en muchas ocasiones ofensivos.  Por ello,  el hecho de que entretengan a gran parte de la juventud resulta alarmante, mucho más que  ver por televisión a un niño con actitud rebelde, o emitir palabras malsonantes en horario infantil. Estamos hablando de algo mucho más serio, algo que incluso aviva actitudes que pueden acabar con la vida de miles de mujeres. O por lo contrario, que la mujer, vea ese trato indigno como algo normal.
Sin embargo, esto no es lo más inquietante del tema. Lo chistoso de esto, por llamarlo de algún modo, es que sean las mujeres las que más sigan este tipo de series sexistas, y a las que más les guste bailar  reguetón al ritmo de  estribillos como “ quiero una mujer que no diga nada” o “yo soy tu gatita”.
Esta claro, que una no puede quejarse de algo que ella misma fomenta y sigue.
Ya es hora, de que aparezca un buen director, o directora, y cambie el argumento, de un giro al trama del culebrón y sea la mujer la que por una vez coja la sartén por el mango. Con esto no me refiero a que el hombre aparezca como sumiso o como un judas, sino que exista una equidad entre ambos. Porque aunque a simple vista parezcan mínimos detalles, lo pequeño nunca ha tenido porque ser  insignificante.


           





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